Como todos los años, ya empezamos a pensar en las compras de fin de año, en que casa nos vamos a reunir, que vamos a comer, en suma, nos comenzamos a preparar para las fiestas de Fin de Año y Navidad.
Es la época que desde niños esperamos año tras año, algunos para reunirse con sus seres más queridos y otros para replantearse el año que se termina y plantearse nuevas propuestas, o simplemente anticipan el período de vacaciones tan deseado.
A lo largo de siglos de historia, las diversas culturas han planteado sus actividades, guiados por el "calendario¨. Pero, ¿cómo y cuándo surgió?. Desde su aparición el "homo" se ha visto en la necesidad de planificar sus actividades, y debió recurrir a lo que tenía más cerca para dividir el curso de sus acciones: el tiempo.
Eso que parece tan común y hasta insignificante a veces, en otras ocasiones se nos vuelve invalorable (cuántas veces hemos escuchado y hasta dicho ¨el tiempo es oro¨).
De la misma manera, el hombre primitivo necesitó dividir ¨su tiempo¨, para poder organizarse y cumplir sus tareas cotidianas. El primer calendario que utilizó fué el DÍA, que le permitió determinar los distintos momentos y sus diarias secuencias (alimentarse, recolectar leña y frutos, cazar, descansar, y aún quedaba tiempo para el divertimento).
A medida que las culturas se van volviendo más complejas y surgen las primeras civilizaciones, se hizo imprescindible, una mejor división del tiempo y las actividades. Aparecen así los calendarios más antiguos conocidos, en los que las estaciones y los ciclos reproductivos de los vegetales marcan el ritmo de las actividades humanas. Es por ello que, en las antiguas civilizaciones, las festividades populares estaban tan ligadas a los períodos de las siembras y las cosechas.
Para asegurarse la mantención, se los asoció a diversos dioses protectores (generalmente los sacerdotes guiaban las celebraciones, en su calidad de intermediarios ante los dioses, al mismo tiempo que el jefe político dirigía el acto de homenaje y agradecimiento).
Con el transcurso de los siglos, las actividades humanas se diversifica-ron, obligando a acentuar aún más la relación de dependencia y pertenencia, dando orígen a distintas creencias que teorizaban sobre el orígen de la humanidad.
Surgen así los primeros calendarios históricos, en los que se establece la fecha de aparición de la humanidad, en los que se destaca algún ¨hecho central¨, ya sea religioso o político, o simplemente la creación en toda su dimensión.
El tiempo fue pasando, lento pero inexorable hasta hoy, y a pesar de los constantes avances en todos los niveles del saber humano, seguimos presos del tiempo, esclavos del calendario, y ya no nos conformamos con marcar el paso de los días en el almanaque, sino que inventamos la agenda y el organizador personal, pero esto aún no era suficiente, y finalmente terminamos en las agendas electrónicas de bolsillo, que nos permiten planificar por anticipado, que nos recuerdan fechas de citas, entrevistas, etc. Y todo esto ¿en nombre de qué? Porque hoy día vemos que existen los calendarios escolares, políticos, económicos y cuántos quiera uno imaginarse. ¿Y qué conseguimos ?, un mundo apurado, pero sin rumbo, un futuro incierto y lo que es más grave, nos perdemos el HOY.
Piénselo, anote en su calendario, pero no se deje someter por él...
Haroldo Duflos
Es la época que desde niños esperamos año tras año, algunos para reunirse con sus seres más queridos y otros para replantearse el año que se termina y plantearse nuevas propuestas, o simplemente anticipan el período de vacaciones tan deseado.
A lo largo de siglos de historia, las diversas culturas han planteado sus actividades, guiados por el "calendario¨. Pero, ¿cómo y cuándo surgió?. Desde su aparición el "homo" se ha visto en la necesidad de planificar sus actividades, y debió recurrir a lo que tenía más cerca para dividir el curso de sus acciones: el tiempo.
Eso que parece tan común y hasta insignificante a veces, en otras ocasiones se nos vuelve invalorable (cuántas veces hemos escuchado y hasta dicho ¨el tiempo es oro¨).
De la misma manera, el hombre primitivo necesitó dividir ¨su tiempo¨, para poder organizarse y cumplir sus tareas cotidianas. El primer calendario que utilizó fué el DÍA, que le permitió determinar los distintos momentos y sus diarias secuencias (alimentarse, recolectar leña y frutos, cazar, descansar, y aún quedaba tiempo para el divertimento).
A medida que las culturas se van volviendo más complejas y surgen las primeras civilizaciones, se hizo imprescindible, una mejor división del tiempo y las actividades. Aparecen así los calendarios más antiguos conocidos, en los que las estaciones y los ciclos reproductivos de los vegetales marcan el ritmo de las actividades humanas. Es por ello que, en las antiguas civilizaciones, las festividades populares estaban tan ligadas a los períodos de las siembras y las cosechas.
Para asegurarse la mantención, se los asoció a diversos dioses protectores (generalmente los sacerdotes guiaban las celebraciones, en su calidad de intermediarios ante los dioses, al mismo tiempo que el jefe político dirigía el acto de homenaje y agradecimiento).
Con el transcurso de los siglos, las actividades humanas se diversifica-ron, obligando a acentuar aún más la relación de dependencia y pertenencia, dando orígen a distintas creencias que teorizaban sobre el orígen de la humanidad.
Surgen así los primeros calendarios históricos, en los que se establece la fecha de aparición de la humanidad, en los que se destaca algún ¨hecho central¨, ya sea religioso o político, o simplemente la creación en toda su dimensión.
El tiempo fue pasando, lento pero inexorable hasta hoy, y a pesar de los constantes avances en todos los niveles del saber humano, seguimos presos del tiempo, esclavos del calendario, y ya no nos conformamos con marcar el paso de los días en el almanaque, sino que inventamos la agenda y el organizador personal, pero esto aún no era suficiente, y finalmente terminamos en las agendas electrónicas de bolsillo, que nos permiten planificar por anticipado, que nos recuerdan fechas de citas, entrevistas, etc. Y todo esto ¿en nombre de qué? Porque hoy día vemos que existen los calendarios escolares, políticos, económicos y cuántos quiera uno imaginarse. ¿Y qué conseguimos ?, un mundo apurado, pero sin rumbo, un futuro incierto y lo que es más grave, nos perdemos el HOY.
Piénselo, anote en su calendario, pero no se deje someter por él...
Haroldo Duflos
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